Anteriormente en Novagés hablamos de la importancia de la calidad del aire en las oficinas. Hoy hablamos de una de las consecuencias derivadas de la mala calidad del mismo: el conocido como Síndrome del Edificio Enfermo.
Qué es el Síndrome del Edificio Enfermo
Podríamos definir el Síndrome del Edificio Enfermo (SEE) como el conjunto de síntomas y enfermedades ocasionadas o estimuladas por el mal estado del edificio o la contaminación del aire en sus espacios cerrados.
Para que se considere que existe dicho síndrome, al menos el 20% de los ocupantes del edificio tienen que presentar molestias o problemas de salud similares.
Existen dos tipos de edificios enfermos, los temporalmente enfermos y los permanentemente enfermos.
En el caso de los temporales, pueden presentarse síntomas en edificios de reciente construcción o que han sido remodelados hace poco tiempo. Estas molestias pueden durar un tiempo y desaparecer al aplicar las medidas correctivas pertinentes.
En cambio, en los edificios permanentemente enfermos, la situación no mejora tras aplicar estas medidas. Según la OMS alrededor del 30% de los edificios modernos están afectados por el Síndrome del Edificio Enfermo.
Por otro lado, es importante diferenciarlo con las enfermedades ligadas al edificio. Con éstas nos referimos a una serie de síntomas definidos clínicamente y fácilmente diagnosticables, provocados por agentes contaminantes presentes en el ambiente. Sin embargo, el SEE presenta síntomas que no van asociados a lesiones o síntomas con un diagnóstico claro y que, por tanto, suele diagnosticarse por exclusión.
Síntomas más habituales para el Síndrome del Edificio Enfermo
Dentro de los síntomas más comunes que llevan a diagnosticar este síndrome están los problemas de respiración, la irritación de ojos, garganta y nariz y la sequedad de piel y mucosas.
También se pueden observar tos, ronquera, sensibilidad a los olores, infecciones respiratorias recurrentes, manchas en la piel, picor, eczemas y erupciones cutáneas, sensibilidad química, dolor de cabeza, náuseas, mareos, vértigo y fatiga. En ocasiones se aprecian cambios de humor, ira, depresión, etc.
Factores de riesgo
Existen una serie de características que suelen repetirse en los edificios enfermos.
Muchos de ellos son edificios de reciente construcción, en los que se emplean materiales de baja calidad. Por ejemplo, suelen carecer de ventanas que puedan abrirse, contando con un sistema de ventilación artificial que no siempre funciona adecuadamente.
También son edificios que buscan la eficiencia energética, manteniendo una temperatura homogénea durante todo el año. Con frecuencia tienen los suelos de moqueta y las paredes, muebles y decoración cubiertos con textiles, en muchos casos sintéticos, que generan electricidad estática y retienen fácilmente sustancias potencialmente nocivas.
Además de todo esto, los edificios enfermos suelen concentrar una alta cantidad de contaminantes en el aire, así como polvo, dióxido y monóxido de carbono, humo de tabaco y fibras. Incluso olores exteriores que se filtran, como el humo de los coches o de fábricas cercanas.
Pueden aparecer también contaminantes biológicos como bacterias, moho, virus, hongos y ácaros, que provocan alergias y enfermedades diversas.
Sin embargo, no son los únicos causantes de este síndrome. Sino que también influyen otros aspectos como los olores, la ausencia de iones negativos en el ambiente, una mala iluminación, las vibraciones, ruido, la humedad relativa y la temperatura ambiental.
La falta de ventilación natural o una deficiente ventilación artificial están detrás de la gran mayoría de las causas. Corrigiéndolas y complementándolas con una buena higiene de los espacios, además de la mejora de los otros aspectos comentados anteriormente, podrían solventar este problema.
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